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jueves, 15 de mayo de 2008

Jugando con fuego cap 4



Capítulo 4. Lo mejor para los dos.

La fiesta en el Two White estaba en su máximo apogeo. Las desentonadas canciones piratas se oían por encima de la bulla de las amistosas peleas, los bailes regionales y las brabuconadas varias. Ace pasó por encima de uno de los perdedores de la competencia de resistencia al alcohol en dirección a las escalera del castillo de proa después de haber recorrido dos veces la amplia cubierta buscando a cierto rubio cocinero. El joven comandante no había querido separarse ni un instante de su recién adquirido nakama pero era complicado rechazar todos los juegos que sus otros tripulantes le proponían sin levantar sospechas sobre sus intenciones así que finalmente había dejado que los distanciaran durante un rato.

Con paso firme alcanzó el final de la escalera y su vista se paseó por la zona encontrando la delgada y elegante figura del rubio dándole la espalda, apoyado los brazos en la barandilla mientras observaba el mar. El moreno se quedó un instante parado simplemente observando aquellas largas piernas, el perfecto trasero, la delgada cintura y la estrecha espalda. Una aureola blanquecina se deshacía alrededor de su cabeza, evidencia inconfundible de que se encontraba fumando para variar.

Era la primera vez que podía estudiarlo con tranquilidad desde que se habían reencontrado y se sorprendió pensando que con las estrellas y el mar de fondo y ese aire de adorable melancolía que tenia en aquel momento Sanji parecía bastante...frágil. El elegante traje se ajustaba tan perfectamente a aquel cuerpo en comparación con las holgadas ropas típicas de Arabasta con las que lo había conocido, que dejaba poco a la imaginación y Ace comprendió que con esa apariencia si no lo hubiese visto pelear con anterioridad, él también hubiera subestimado el poder de aquellas piernas. Su corazón palpitó con esa idea, sentía unos inmensos deseos de proteger a aquel hombre, de cuidar de él, no se explicaba por qué pero era lo que sentía al verlo. Sabia que estaba enamorado de él, lo supo nada más separarse del grupo de su hermano cerca de Yuba una vez venció al falso caza recompensas. Lo supo cuando volvió a echarse al mar y de repente su venganza contra Barbanegra ya no era tan importante como saber que le ocurriría al cocinero si la princesa Vivi no era capaz de detener la guerra.

Ace sonrió al recordarlo. Había buscado a Luffy para quitarse la espinita de preocupación por él y se fue llevándose una angustia aun mayor. Aquel viaje había sido sin duda un mal negocio.
Aunque ahora ya daba lo mismo, Sanji estaba en "su" barco, era "su" cocinero y ya no tendría que preocuparse de otra cosa que no fuera conquistarlo. Después de todo, una misión de escolta era un paseo para él.

Ace dio las gracias mentalmente a Barbablanca por aquellas "vacaciones" y subió el último peldaño que le faltaba acercándose con paso seguro al cocinero.

- ¿Te aburre la fiesta?- preguntó dejando una jarra al lado del rubio y sentándose en la barandilla junto a él, subiendo una pierna para apoyar el brazo mientras que con un dedo echaba un poco hacia atrás su sombrero para poder ver bien a su compañero.

Sanji se sobresaltó ligeramente ante la inesperada visita, sumido como estaba en sus pensamientos.

- ¿Ace?...no te oí llegar- le respondió el rubio girando el rostro para mirarlo y dibujando una sonrisa que trataba de parecer contenta pero que al moreno le pareció mas bien triste. Tomó la jarra en su mano y tiró la colilla al mar-. Gracias por la copa, solo me estaba tomando un descanso.

- ¿Echas de menos a Luffy y a los otros?- preguntó más quedamente el moreno cuando el cocinero desvió la vista al contenido de la jarra y sus ojos se volvían tristes, como si de repente recordara algo.

- No. La vida es así - dijo haciéndose el duro. Bebió un largo trago y luego volvió a apoyar los brazos en la barandilla perdiendo la vista en la inmensidad del océano-. Los compañeros vienen y van, si tuviera que echar de menos a cada persona de la que me separo estaría siempre deprimido- una nueva sonrisa volvió a aparecer en sus labios.

- Conmigo no tienes que fingir, Sanji kun- dijo tranquilamente el moreno bebiendo un sorbo de su propia jarra sin sacarle los ojos de encima cuando recuperó la mirada sorprendida de su acompañante-. Me gustaría que pensaras en mi como si fuera Luffy...

- Eso no te agradaría- dijo esta vez con una sonrisa sincera-. No siento ningún respeto por tu hermano.

- Ah, vamos, se que me has entendido- rió el moreno y vio feliz que la expresión del cocinero se relajaba. Era fascinante como cambiaba su rostro cuando dejaba a un lado su escudo de "se cuidarme solo". Ace volvió a subir la jarra a sus labios pero antes de beber no pudo resistirse a tantear -. Espero que esa tristeza que tienes no se deba a que te he separado de alguien "especial". No me perdonaría el haber cortado una relación...

Una risa seca, casi como una tos escapó de los labios del cocinero. No esperaba que la conversación girara en ese sentido y se negó a hablar del peliverde en aquellos términos, aunque supuso que él se refería a Nami o a Robin.

- Puedes respirar tranquilo, Ace- dijo con media sonrisa-. Para mi todas las mujeres son especiales. Yo siempre ando enamorado.

La mano del cocinero se introdujo en el bolsillo derecho del pantalón y saco un cigarrillo que se llevó a los labios. Ace lo encendió en un gesto silencioso y Sanji le sonrió en agradecimiento.

- ¿Así que es cierto lo que dice Luffy?- preguntó quedamente el moreno-. Te gusta correr detrás de todo lo que lleve una falda.

- Dudo que Luffy lo haya dicho con esas palabras...- rió el rubio-. Pero si, supongo que pierdo los papeles con bastante facilidad delante de una mujer hermosa. No es que me gusten más que a los demás, simplemente me han enseñado que son seres preciosos a los que hay que cuidar por encima de todas las cosas - se encogió de hombros despreocupadamente-. Solo ellas poseen el don mas hermoso de este mundo, son las únicas capaces de dar vida- el rubio dio una larga calada a su cigarrillo mientras miraba el mar-. Por eso jamás le levantaría la mano a una mujer aunque me costara la vida y por eso siento la necesidad de cumplir hasta el más pequeño de sus deseos - Sanji sonrió tristemente-. Y ahora es cuando Zoro me llamaría estúpido.

- A mi no me parece estúpido- le dijo el moreno volviendo a captar la vista del rubio-. Creo que es admirable que mantengas tus principios aun cuando pueden conducirte a la muerte...

- ¿Te seguirá pareciendo tan admirable cuando me interponga entre tu enemiga y tú?- preguntó con una sonrisa apoyándose de lado en la barandilla-. Por qué no es sólo el que yo no las golpee, es que me veo en la obligación defenderlas aunque sean mis enemigas.

- Es bueno que me avises- sonrió divertido el moreno-. Así sabré a quien tengo que noquear primero.

Ambos chicos rieron y luego un incómodo silencio se instaló entre los dos. El cocinero volvió a girar el rostro hacia el mar, incapaz de seguir sosteniendo la profunda mirada del moreno.
Conocía a pocas personas capaces de mirar siempre a los ojos y se sentía bastante "desnudo" cuando se asomaba a aquellos dos orbes negros. Era casi como si sintiera que podía contárselo todo a aquel hombre a pesar de que apenas se conocían y eso era algo que no estaba dispuesto a dejar que pasase. El carácter de Sanji era abierto por naturaleza pero hasta él tenia secretos que era mejor mantener enterrados.

Ace por su parte se sentía bastante desconcertado ante las reacciones del rubio. Lo sentía a la vez próximo y distante, deseoso de tener un brazo en el que apoyarse pero temeroso de abrirse. Tenia infinitas ganas de interrogarlo, de plantearle mil cuestiones y que le contara todo de él, pero apenas llevaban un día juntos y debía controlarse. Si lo presionaba demasiado lo asustaría y se cerraría, pero lo alegraba tanto tenerlo tan cerca, que era difícil no alargar la mano y tocarlo para asegurarse de que era real. El comandante desvió la vista también hacia el mar y respiró profundamente. Estaba decidido. Sanji seria suyo, él se encargaría de protegerlo de sus propios principios y le demostraría que estar con él era lo mejor para los dos.

En el Going Merry la noche estaba tranquila y en silencio. En el la torre del vigía, Zoro estaba sentado en el suelo con la espalda apoyada despreocupadamente contra la madera mientras giraba entre sus dedos una y otra vez un pequeño objeto rectangular, preguntándose por qué demonios estaba aquello en "su" sofá.

El día había sido largo, muy largo y muy aburrido. Nunca se hubiera imaginado que aquel cocinero imbécil se hiciera notar tanto, pero su entrenamiento se le había hecho sumamente pesado al no tener excusa para detenerse. Sin el continuo canturreo de Sanji preguntándole a las chicas si deseaban algo el peliverde había entrenado y entrenado hasta que el aburrimiento había podido con él y se había ido a dormir.

Y entonces, allí estaba. El mechero de Sanji en su "cama". Y ya no había podido dejar de pensar en otra cosa. ¿Se le habría caído? Y de ser así, ¿por que ahí?.O...¿Lo había dejado allí a propósito para estar permanentemente en su cabeza como estaba ahora? Arg. Se iba a volver loco.

Con furia, lanzó el objeto por encima del borde del cajón y se llevó las manos a la nuca cerrando los ojos. Darle vueltas a aquello no tenia ningún sentido. Si tanto le preocupaba qué hacia el jodido encendedor ahí ya se lo preguntaría cuando regresara. El rubio solo iba a estar fuera 6 meses, tiempo suficiente para que ambos se relajaran y se enfocaran en sus propios sueños en lugar de estar todo el día buscándose la boca. Y es que no podía comprender cuándo demonios aquel estúpido casanova se había instalado en su mente distrayéndolo de su verdadero objetivo. Cuándo prefería estar peleándose con él que preparándose para superar a Mihawk. Cuándo cada uno de sus sentidos se afinaba para encontrar un motivo por el cual desviar su atención hacia él.
Aquello no era bueno para ninguno y él lo sabia. Tanto uno como el otro tenían unos sueños y si bien, el sueño del cocinero no era incompatible con su extraña "relación", el suyo si que se podía ver perjudicado por la insana obsesión que había desarrollado por el cocinero. Además, ¿de todos los hombres con los que se había cruzado en su vida por qué tenia que ser precisamente ese mujeriego el que le quitara el sueño?. Y si no tuviera bastante con eso, encima tenia que aguantar las observaciones de esa insoportable mujer.

- Error de calculo, prf- bufó enfadado-. Aunque estuviera en lo cierto a Ace aun le faltan dos razones para captar la atención de ese imbécil.

- ¿Y qué razones son esas Espadachín san?- la serena voz de Robin sorprendió al peliverde que no la había oído acercarse y se enfadó consigo mismo por seguir distrayéndose al pensar en Sanji.

- Ace no tiene tetas- dijo llanamente con la firme intención de molestar a la morena-. Elemento principal para que ese pervertido te preste atención.
- Ah, ¿tú crees?- dijo con una sonrisa entrando en el cajón.
- Si- dijo seco mirando como la arqueóloga le tendía algo-. ¿Qué es eso?.
- Se te ha caído y pensé que te gustaría conservarlo- dijo abriendo la palma y dejando ver el plateado encendedor.
- Eso no es mío- respondió el peliverde frunciendo el ceño y mirando a otro lado.
- Ya lo sé- siguió la morena con su eterna sonrisa-. Es de Cocinero san.
- Entonces ¿por qué iba yo a querer guardar algo de ese idiota?.
- No lo sé- rió divertida poniendo el objeto en la palma del peliverde-. Tal vez para poder devolvérselo cuando vuelva - la chica lo soltó y se dispuso a bajar de la torre-. Si es que lo hace.
El peliverde se quedó mirando un instante el encendedor en su mano, lo agarró con fuerza dispuesto a volver a lanzarlo pero se detuvo cerrando los ojos molesto consigo mismo por no poder soltarlo. La idea de devolvérselo era sumamente estúpida, pero aun así guardó el pequeño objeto en su bolsillo. Lo tiraría, por supuesto que lo tiraría....un día de estos. Ahora estaba claro que su mente no estaba concentrada, no alcanzaría su objetivo si era incapaz de centrarse, si dejaba que sus pensamientos volaran hacia el cocinero cada vez que no se diera cuenta. Zoro suspiró pesadamente. Tal vez Ace había sido la solución. Tal vez el que se lo llevara, era lo mejor para los dos.

Sanji oyó la profunda aspiración del moreno y al mirarlo de soslayo se sorprendió por la sonrisa de seguridad que se había instalado en su rostro. Se parecía bastante a cuando Luffy se determinaba a hacer algo y se preguntó qué pensamiento seria merecedor de aquel gesto.
- ¡Ey, Ace!- una voz desde la escalera hizo a ambos chicos girarse para ver al alto navegante mirarlos con el ceño fruncido-. ¿Qué coño hacéis aquí los dos? Llevo casi una hora buscándote.
Al rubio no se le escapó la mirada de fastidio que el joven comandante le dedicó a su amigo antes de preguntar de mala gana.
- ¿Y qué es eso tan importante que tienes que decirme que no puede esperar a mañana?.
- ¿Te han aguado el ron?- respondió de vuelta el navegante ofendido por la pregunta y por el tono en la que se la había hecho-. Los chicos están esperándote para el juego de puntería. ¿Acaso te olvidaste?. Lafette, ya está como una cuba- dijo más animado-. Seguro que esta noche le saca un ojo a alguien.
- Vale, vale - respondió el comandante bajándose de la barandilla aunque a Sanji no le pareció demasiado animado. Sin embargo cuando se volvió hacia él su expresión cambio totalmente-. Te vienes ¿verdad?
- Lo siento, pero yo voy a retirarme a dormir ya- respondió el rubio dándole una ultima calada al cigarrillo y tirándolo por la borda.
- ¿Tan pronto?- soltó desilusionado el moreno.
- Si, bueno, para que el desayuno este listo cuando vosotros os levantáis, alguien debe levantarse primero a hacerlo- la lógica explicación del cocinero no pareció convencer demasiado a Ace así que añadió la verdadera razón por la que estaba tan cansado-. Y además llevo dos vigilias seguidas en el cuerpo, hice mi turno y el de Nami san por lo que no he dormido demasiado estos últimos días, así que estoy agotado.
- Esta bien- suspiró pesadamente el comandante-. Había olvidado que en tu barco las tareas se reparten entre 7 personas y que encima tu le quitas el trabajo a 2 de ellas.
- No es trabajo si se hace por amor- rió el rubio dándole una amigable palmada en la espalda a su comandante y tras hacerle un pequeño saludo al navegante se perdió en dirección a su dormitorio.
Sanji entró en la amplia estancia que formaba parte de su habitación y recordó que no la había pisado desde que Ace se la enseñara en la mañana, así que su ropa aun estaba guardada en su saco por lo que dibujó una mueca de disgusto. Seguramente tendría toda la ropa arrugada y odiaba meterla en el armario en ese estado. Sin embargo, no le había mentido a su comandante cuando dijo que estaba agotado y no se sentía con ganas de ponerse a planchar en aquel momento.
Tomó la bolsa y la arrastró pesadamente hasta el cuarto que, si bien se daba cuenta ahora, no había visto porque cuando Ace se lo enseñó a él solo le preocupaba la carencia de nicotina. Abrió la puerta lentamente y se quedó asombrado del espacio privado de que disponía. Era bastante más amplia que la habitación que tenia en el Baratie, la única vez que había tenido cuarto propio. Una amplia cama de matrimonio dominaba la estancia flanqueada por dos pequeñas mesas de noche, y a pesar del escritorio, el armario y un par de estanterías de pared quedaban bastante espacio libre para moverse con fluidez. Sin duda debería estar contento de tener todo aquel espacio para él y no tener que compartir la habitación con el resto de la tripulación como ocurría en el Merry pero por alguna extraña razón, aquel cuarto le parecía sumamente frío.
Sanji fue directamente al armario y comenzó a colocar su ropa, torciendo el gesto cada vez que comprobaba el estado de una prenda hasta que al sacar un grupo de camisetas reparó en una prenda desconocida.
-¿Qué demonios hace ésta aquí?- se preguntó así mismo desplegando la blanca y desgastada camiseta de algodón. Sin duda debía haberla cogido por error cuando recogió sus cosas, pero le jodía bastante que precisamente fuera una de las camisetas de Zoro. ¿Por qué demonios no podía tratarse de algo de Ussop o de Luffy?¿Por qué tenia él que conservar algo de Zoro?-. "Hoy tenia guardia..."- pensó de improvisto recordando las veces en que lo había observado dormir desde su hamaca. Incluso había llegado estirarla un poco para que quedara por encima de la de Luffy y así este no le tapara la vista. Y ¿por qué lo había hecho? Él no era así, él no hacia esas cosas. Por una chica puede, él era el conquistador. Pero con un hombre su papel era distinto y sin embargo por Zoro...había estado dispuesto a saltárselo en más de una ocasión -. ¿Por qué no me dejas en paz de una puñetera vez?

En un arrebato de coraje lanzó la camiseta a la papelera y se volvió a concentrar con enfado en guardar el resto de sus cosas. Cuando acabó, se tomó una ducha con el firme propósito de relajarse y regresó al dormitorio suspirando mientras se secaba los cabellos. No podía dejar de pensar en la puta camiseta. Estaba muy cansado y sabia que seria incapaz de dormir dejando la prenda allí tirada, así que dejó la toalla en la mesa descuidadamente y se agachó a recoger la camiseta.

Sus ojos descansaron sobre la prenda durante un largo minuto sin darse cuenta que sus dedos acariciaban la tela a la altura del pecho dibujando una línea oblicua. Sus hombros temblaron ligeramente ante la asfixiante sensación de soledad que inundó su pecho y sin pensarlo sus manos estrujaron la prenda llevándosela a los labios cuando cerro los ojos para aspirar profundamente. No podía seguir así y él lo sabia. Quizás debía alegrarse de haber dejado el Merry, de tener la posibilidad de olvidar a aquel hombre ahora que aun no había pasado nada, ahora que todavía no había hecho ninguna estupidez por él. Zoro así no se vería constantemente acosado por sus estúpidas disputas y él podría volver a perseguir chicas con el mismo interés que había tenido antes de que el espadachín ocupara todos sus pensamientos. Tenia que ver el cambio de barco como un regalo, como lo mejor que podía pasarle a los dos.

- Mañana...- murmuró quedamente deslizando la prenda por su cabeza, dejando que cayera por su propio peso al pasar los brazos por las mangas, sintiendo el roce del tejido casi como si fuera una caricia. Le quedaba holgada a la altura de los hombros y el pecho pero poco le importó. Sus manos recorrieron su cintura y su pecho, abrazándose a si mismo para sentir aquel tacto como si el espadachín estuviera allí-...mañana empezaré a olvidarme de ti. 

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Autora del Fanfic: Kaori

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