Ola! soy Yukimi esta sera la ultima entrada de este blog ya que emos creado otro rakeletta y yo emos decidido cerrar este i crear otro.
Aqui les dejo el link: http://shojoyaoifansite.blogspot.com/
Espero que os paseis por ahi ^^ arigato^^
Michas gracias por visitar nuestro blog ^^
viernes, 26 de septiembre de 2008
jueves, 19 de junio de 2008
martes, 17 de junio de 2008
lunes, 16 de junio de 2008
Jugando con fuego 8
ejem!
pedimos disculpas por la ausenciaa!! yo he estado en francia aislada de todo contacto con internet y cualquier cosa parecida a un ordenador T.T y yukimi a estado estudiando para los examanes de esta semana (creo, ya lo confirmará alla lo que ha estado haciendo ¬¬)
Bueno aki os dejo el capitulo 8
Capitulo 8. Miedo a entregarse.
Sanji sintió el peso de Ace reposar sobre el agotado, su jadeante respiración golpeando su oído, su desbocado corazón latir contra su pecho.
El cocinero se llevo una mano al rostro mientras trataba de normalizar su propia respiración. Lo había hecho de nuevo. ¿Por qué necesitaba de aquella imagen para alcanzar el climax?¿Por qué demonios no podía simplemente abandonarse a lo que su cuerpo sentía?
El moreno se alzó sobre los codos cuando recuperó fuerzas y Sanji retiró el brazo de su cara cuando captó que lo observaba. Su expresión era radiante, sus ojos brillaban de manera especial haciendo que las pecas que cubrían sus mejillas le dieran un aspecto más aniñado y la cálida sonrisa que le ofrecía era...insoportable.
La mano de Ace acarició sus rostro delicadamente retirando un mechón humedecido que se había pegado a su frente y se inclinó para besarlo. Un beso de una dolorosa ternura.
-Necesito un cigarrillo...- murmuró cuando el moreno se retiró de sus labios y se incorporó para buscar sus pantalones. Ace se abrazó a su espalda cuando se sentó al borde de la cama y prendió la lumbre antes de que el rubio se desesperara buscando las cerillas. El humo inundó los pulmones del cocinero en una larga calada que luego dejo escapar pesadamente mientras sentía al moreno repartir pequeños besos por sus hombros.
- Ha sido una agradable sorpresa descubrir que te gustan los hombres...- empezó a hablar quedamente el moreno-. ¿Por qué no me lo dijiste antes?
- Nunca preguntaste...- murmuró el rubio intentando analizar como quedaba ahora su relación con el comandante. Si lo que había pasado afectaría o no a su amistad pero sobre todo si como temía el moreno esperaría algo más de él.
- Creí que la duda te ofendería- rió alegremente- Eras bastante escandaloso al cortejar a las chicas.
- Tú tampoco es que lo lleves escrito en la cara...- se defendió Sanji y notó como los brazos de Ace lo rodeaban con mas fuerza. Aquello era agradable pero...
-Quiero que esto se repita...- dijo el moreno cálidamente a su oído-...quiero tenerte siempre a mi lado...Me gustaría que aceptaras salir conmigo.
-¿Salir?...- la cara de Sanji se descompuso de tal forma ante aquellas palabras que el cigarrillo cayó de sus sorprendidos labios. Esperaba que le pidiera ser su amante pero ¿salir juntos?-. ¿A qué te refieres con "salir"?
- ¿Como que a qué me refiero?- preguntó desconcertado el moreno haciendo que el rubio se girara para poder mirarlo a los ojos-. Ya sabes...no quiero que esto se quede solo en sexo...Yo...yo estoy loco por ti, quería decírtelo antes de llegar a esto pero...bueno- una sonrisa coqueta apareció en sus labios-...no pude resistirme a ti...- Ace leyó el miedo en el ojo descubierto del rubio-...se que tal vez sea algo precipitado pero...si me dieras una oportunidad...
- Espera, espera....- Sanji se levantó aun procesando aquello. Igual estaba malinterpretando las palabras del moreno-...tu quieres que...nosotros...- movió las manos señalando al moreno y luego a él mismo-...con salir quieres decir...¿ir juntos por la calle cogidos de la mano y esas cosas?
-si, y esas cosas- rió divertido el moreno por la cara de susto que tenia el rubio. Parecía como si nunca nadie le hubiera propuesto algo así.
- Si es una broma no tiene gracia...- dijo el cocinero enfadado ante la tranquilidad de Ace, pero éste simplemente se levanto y lo rodeó con sus fuertes brazos quedando cara a cara con él.
- No es ninguna broma- le dijo cálidamente-. Te quiero y no tengo por qué ocultarlo.
- ¿Pero tú te estás oyendo?- se removió inquieto el rubio pero Ace no aflojó su abrazo-. Eso...eso no tiene ningún sentido...los hombres no...
- ¿Los hombres no salen juntos?- preguntó curioso el comandante.
- Eso es...
- ¿Quién te ha dicho semejante tontería?
-...- Sanji agachó la cabeza abrumado y cerró los ojos repitiendo una frase que tenia grabada a fuego en su mente desde su adolescencia-...no es ninguna tontería...los hombres no salen con otros hombres, los hombres salen con mujeres y tienen como amantes a otros hombres.
- ¿Quieres decir que puedo ser tu amante pero no tu novio?- dijo divertido ante las ideas del rubio. Se ve que aun le quedaba mucho por saber de aquella cabecita loca.
- No...Quiero decir que un hombre puede ser amante de otro hombre pero no su novio...- la vista del rubio fue a un lado para no encontrar la del moreno cuando le dijera aquello-...yo no...no quiero atarme a nadie, así que no aceptaría ser tu amante tampoco...
- ¿Por qué no?- preguntó intrigado el moreno, podía sentir que aquellas palabras habían sido pronunciadas más de una vez y tal vez aquello fuera suficiente para hacer desistir a un amante casual pero el no se iba a rendir tan pronto, no iba a aceptar aquello. Encontraría la manera de traspasar ese muro que el rubio había instalado de improvisto entre ellos.
- Porque no quiero hacerte daño...- musitó con esfuerzo. Nunca había dado tantas explicaciones después de acostarse con alguien, pero es que Ace no era precisamente un desconocido.
- Eso esta bien- dijo animadamente el moreno y Sanji alzó la vista hasta encontrarse con aquellos profundos ojos negros cargados de seguridad en sí mismo-. Si no sintieras nada por mi, te daría igual- una sonrisa arrogante se dibujo en los finos labios-. Eso quiere decir que todavía tengo una oportunidad.
- ¿Es que no me estás oyendo?- preguntó irritado por esa suficiencia-. Puede que aquí aceptara tus juegos pero en cuanto pisemos tierra volvería a correr detrás de todas las señoritas de la isla...
- Y yo aceptaría correr ese riesgo si tu me dieras la oportunidad de demostrarte que soy todo cuanto necesitas...
- ¿Por qué no quieres entenderlo...?- sollozó cansado apoyando la frente contra el bien formado pecho del comandante.
- No puedo entenderlo si no me lo cuentas todo...- le susurró al oído abrazándolo con ternura mientras acariciaba la suave melena rubia-...se que hay algo que no me has contado, algo que te guardas y que te impide que te entregues con libertad...- el moreno lo separó de él tomando sus mejillas entre sus manos y secó con el pulgar una pequeña lágrima que había aparecido en el ojo del rubio-. Confía en mí, por favor...Dime quien te hizo tanto daño...
Sanji guardo silencio un largo minuto, perdido en aquel protector contacto. Lo que le pedía era una locura, nunca le había contado aquello a nadie. ¿Cómo podía él saber que le habían hecho daño con anterioridad?...Puede que solo estuviera probando suerte pero el joven comandante le transmitía tanta seguridad, era tan fácil hablar con el...y la propuesta era tan tentadora. Confiar completamente en alguien de nuevo...¿Podría?...Tal vez se sacara esa idea de salir con él si se lo contaba.
- Esta bien...- dijo finalmente tomando las manos del moreno y retirándolas de su rostro-...si es la única manera de que lo entiendas, te lo contare todo.
El rubio ando hasta la cama, recogió el cigarrillo del suelo y se sentó dándole un par de caladas cortas mientras ponía en orden sus ideas. Ace se sentó a su lado y agarró su mano atento como siempre a su conversación. El rubio rió sin humor. ¿Por qué tenia que ser tan jodidamente perfecto?
- Tenia 13 años cuando lo conocí y no sabía absolutamente nada sobre el amor o el sexo. Por aquel entonces solo me preocupaba que el Chef Zeff reconociera mi cocina y que el Baratie prosperara, pero no era fácil convivir con ex-piratas. Las peleas en la cocina eran una rutina y tener un restaurante en mitad del océano era casi una invitación a los abordajes de auténticos piratas. Así que siempre andábamos cortos de personal. La falta de camareros nos obligó a los propios cocineros a atender las mesas de vez en cuando y yo había dado el "estirón" hacia poco, mis piernas se habían alargado considerablemente y las patadas que ya daba me habían proporcionado cierto respeto entre mis compañeros,. Ya nadie se atrevía a llamarme mocoso o niño, a excepción del "Viejo", así que como era lo suficientemente mayor como para pelear, lo era también para atender a los clientes...- Esa había sido la parte fácil, Sanji se detuvo un instante para dar una larga calada y Ace pudo ver como el ojo fijo en la madera del suelo adquiría una tristeza infinita, haciéndole maldecirse mentalmente por su egoísta cabezonería. Si realmente lo quería tendría que haber aceptado su negativa en lugar de obligarle a recordar...pero si tan solo existía una posibilidad de ayudarle a superar ese terror al compromiso, tal vez valiera la pena que ambos sufrieran un poco. Apretó su mano cariñosamente y el rubio pareció volver del mundo al que se había marchado. Le sonrió con esfuerzo y suspirando continuo.- ...Se llamaba Kazutaka Nagase y poseía una de las rutas comerciales mas sólidas del East Blue. Era un hombre aparentemente intachable. Tenia el respeto de amigos y enemigos, una considerable fortuna, una adorable familia...- su voz tembló ligeramente ante la última palabra-...Venia todos los domingos al restaurante acompañado de su mujer e hija, y esperaban pacientemente sentados hasta que fuera yo quien los atendiera. Cuando en una ocasión, uno de los cocineros tuvo el descaro de preguntar por que yo, él respondió sencillamente que su hija se había encaprichado conmigo. La verdad es que eran una familia perfecta. Tenia una preciosa y joven esposa, de larga melena negra y piel como la porcelana exactamente igual a su adorable hija, que a sus 15 años ya hacia girar la cabeza de todos los clientes masculinos de la sala. Era lo mas hermoso que yo había visto nunca pero quien me iba a decir que seria incapaz de amarla. Quien me iba a decir que quedaría cautivado por una corta melena plateada y unos ojos grisáceos tan fríos y afilados como el mejor de mis cuchillos...- Ace no pudo evitar que la amorosa nostalgia con la que el rubio describió a aquel hombre encogiera su corazón. Sin duda, no había dejado de amarlo-. Al principio todo parecía bastante inocente. Yo los atendía cada domingo, agradecía las generosas propinas que me dejaban y aceptaba sus consejos sobre en que gastármela. Hasta que un día Kazutaka me abordó de camino a la cocina y me arrastro hasta el servicio de los hombres. No se por qué no lo detuve, sabía que podría tumbarlo fácilmente de una patada porque a pesar de que él superaba el metro noventa y era de constitución fuerte seguía siendo un simple cliente y yo ya había derrotado miles de veces a Patty y Carne juntos, pero aun así no hice nada. Dejé que me agarrara del brazo y me encerrara con él. Dejé que me alzara y tomara el primero de mis besos y tal vez fue eso lo que lo complicó todo. El que no me resistiera. Tal vez si lo hubiera golpeado, si hubiera gritado y luchado él habría intentado tomar algo más que un simple beso o habría salido huyendo para no regresar jamás, pero solo se quedo ahí parado, mirándome, acariciando mi rostro como si nunca hubiera visto un chico aceptar una caricia. Y la verdad es que yo no tenia ni idea de como debía reaccionar. Aquel hombre estaba casado, tenía una hija que según el mismo había dicho estaba enamorada de mi y me había besado. Aquello me pareció una locura...- Sanji se humedeció los labios distraídamente, pasándose el cigarrillo de un lado a otro con la lengua-. Me pidió una cita...- una triste sonrisa divertida se dibujó en los labios del rubio-...me dijo...que si quería salir con él y con su hija a un festival que se celebraría en la isla en la que vivían y yo acepte. Todo era muy confuso, pero acepte. Quería verlo fuera del restaurante, quería volver a probar el extraño sabor de sus besos. Sin embargo no paso nada en aquella cita. Kazutaka y Kasumi-chan parecían muy unidos, él no dejo de acariciarla en toda la tarde y una parte de mi se sintió celoso ante aquel contacto entre padre e hija, aunque no supe el por qué hasta bastante después.
Kasumi-chan se convirtió en mi primera y última novia oficial. Kazutaka y ella siempre venían juntos a recogerme en mi día libre, pero nuestra relación era de lo mas extraña. Ella estaba allí pero se mantenía distante, y si no fuera porque se aferraba desesperadamente a mi mano ni habría notado que estaba allí, pues Nagase-san centraba todas las conversaciones. Si de Zeff aprendí cuanto sé de cocina y defensa, Kazutaka me enseñó a comportarme ante las chicas y...ante los hombres. El cambio mi forma de vestir del uniforme de cocinero y las infantiles camisetas a los elegantes trajes, pulió como pudo mis belicosos modales (aunque no pudo hacer que dejara de soltar tacos, pasaba demasiado tiempo entre ex-piratas) y...bueno, me enseñó absolutamente todo lo que sé sobre el sexo...- la boca del cocinero se seco de improvisto. Hacia mucho que no pensaba en aquellos días, sabia que lo que pasó no fue normal pero se había prometido aprender de aquello y seguir adelante, aunque jamás pensó que llegaría a compartir esos recuerdos con alguien.
- Si no quieres contármelo, no tienes que hacerlo- le susurró cariñosamente el moreno apretando la mano que sostenía y Sanji lo miró largamente.
- No importa, ya he empezado así que...prefiero sacarlo todo y pasar pagina de una vez- contestó con la tranquilidad que aquel hombre le proporcionaba. Ace asintió y se mantuvo atento y Sanji volvió a tomar otra calada de su casi consumido cigarrillo antes de seguir-. A Kazutaka le gustaba mirar...y estuvo guiándome la primera vez que me acosté con su hija- al cocinero no se le escapó la mirada de sorpresa que el moreno intento disimular al oír aquello. Seguro que no se lo esperaba-. El se sentaba en un sillón cerca de la cama y se quedaba mirando en silencio. Al principio su mirada me cohibía pero...me acostumbre a su presencia, porque una vez que Kasumi-chan se quedaba dormida yo conseguía el premio que tanto anhelaba. Sus besos. Sus callados y escondidos besos- Sanji cerró los ojos recordando aquellos momentos en los que el peliplateado se inclinaba sobre él, el sabor a nicotina de sus besos, su sensual voz.- "Amar es compartir", me decía y para mi sus palabras eran ley. "El destino del hombre esta ligado al de la mujer. Aprende a cuidarlas, protégelas por encima de todo. Busca una buena esposa y forma una familia cuando seas un hombre respetado. Y deja el amor para tus amantes"...
- Sanji ese hombre era...- empezó a decir indignado el moreno.
-...un cabrón- acabó la frase el cocinero-. Lo sé...pero nunca me importó. Dijo que me amaba y para mi era suficiente. Y siguió siendo suficiente cuando Kasumi-chan tuvo que irse a estudiar fuera y tuve que empezar a acostarme con uno de sus socios- la escandalizada mirada del comandante hizo dudar al rubio de contar aquella parte pero ya no podía parar-. Nunca había sentido celos de Kasumi-chan a excepción de nuestra primera cita pero sentí el amargo sabor de ese sentimiento con aquel hombre, porque en varias ocasiones intento hacer participar a Nagase-san en el juego. Sabia que lo deseaba y tenia miedo de que finalmente lo consiguiera y yo pasara a ser un estorbo pero jamás dejó que lo tocara. Él me amaba a mi y por eso me compartía. Yo lo amaba a él y tenia que compartirlo con su esposa. Así era el juego...pero hubo alguien que no lo aceptó.
comentarios a la autora aki!
pedimos disculpas por la ausenciaa!! yo he estado en francia aislada de todo contacto con internet y cualquier cosa parecida a un ordenador T.T y yukimi a estado estudiando para los examanes de esta semana (creo, ya lo confirmará alla lo que ha estado haciendo ¬¬)
Bueno aki os dejo el capitulo 8
Capitulo 8. Miedo a entregarse.
Sanji sintió el peso de Ace reposar sobre el agotado, su jadeante respiración golpeando su oído, su desbocado corazón latir contra su pecho.
El cocinero se llevo una mano al rostro mientras trataba de normalizar su propia respiración. Lo había hecho de nuevo. ¿Por qué necesitaba de aquella imagen para alcanzar el climax?¿Por qué demonios no podía simplemente abandonarse a lo que su cuerpo sentía?
El moreno se alzó sobre los codos cuando recuperó fuerzas y Sanji retiró el brazo de su cara cuando captó que lo observaba. Su expresión era radiante, sus ojos brillaban de manera especial haciendo que las pecas que cubrían sus mejillas le dieran un aspecto más aniñado y la cálida sonrisa que le ofrecía era...insoportable.
La mano de Ace acarició sus rostro delicadamente retirando un mechón humedecido que se había pegado a su frente y se inclinó para besarlo. Un beso de una dolorosa ternura.
-Necesito un cigarrillo...- murmuró cuando el moreno se retiró de sus labios y se incorporó para buscar sus pantalones. Ace se abrazó a su espalda cuando se sentó al borde de la cama y prendió la lumbre antes de que el rubio se desesperara buscando las cerillas. El humo inundó los pulmones del cocinero en una larga calada que luego dejo escapar pesadamente mientras sentía al moreno repartir pequeños besos por sus hombros.
- Ha sido una agradable sorpresa descubrir que te gustan los hombres...- empezó a hablar quedamente el moreno-. ¿Por qué no me lo dijiste antes?
- Nunca preguntaste...- murmuró el rubio intentando analizar como quedaba ahora su relación con el comandante. Si lo que había pasado afectaría o no a su amistad pero sobre todo si como temía el moreno esperaría algo más de él.
- Creí que la duda te ofendería- rió alegremente- Eras bastante escandaloso al cortejar a las chicas.
- Tú tampoco es que lo lleves escrito en la cara...- se defendió Sanji y notó como los brazos de Ace lo rodeaban con mas fuerza. Aquello era agradable pero...
-Quiero que esto se repita...- dijo el moreno cálidamente a su oído-...quiero tenerte siempre a mi lado...Me gustaría que aceptaras salir conmigo.
-¿Salir?...- la cara de Sanji se descompuso de tal forma ante aquellas palabras que el cigarrillo cayó de sus sorprendidos labios. Esperaba que le pidiera ser su amante pero ¿salir juntos?-. ¿A qué te refieres con "salir"?
- ¿Como que a qué me refiero?- preguntó desconcertado el moreno haciendo que el rubio se girara para poder mirarlo a los ojos-. Ya sabes...no quiero que esto se quede solo en sexo...Yo...yo estoy loco por ti, quería decírtelo antes de llegar a esto pero...bueno- una sonrisa coqueta apareció en sus labios-...no pude resistirme a ti...- Ace leyó el miedo en el ojo descubierto del rubio-...se que tal vez sea algo precipitado pero...si me dieras una oportunidad...
- Espera, espera....- Sanji se levantó aun procesando aquello. Igual estaba malinterpretando las palabras del moreno-...tu quieres que...nosotros...- movió las manos señalando al moreno y luego a él mismo-...con salir quieres decir...¿ir juntos por la calle cogidos de la mano y esas cosas?
-si, y esas cosas- rió divertido el moreno por la cara de susto que tenia el rubio. Parecía como si nunca nadie le hubiera propuesto algo así.
- Si es una broma no tiene gracia...- dijo el cocinero enfadado ante la tranquilidad de Ace, pero éste simplemente se levanto y lo rodeó con sus fuertes brazos quedando cara a cara con él.
- No es ninguna broma- le dijo cálidamente-. Te quiero y no tengo por qué ocultarlo.
- ¿Pero tú te estás oyendo?- se removió inquieto el rubio pero Ace no aflojó su abrazo-. Eso...eso no tiene ningún sentido...los hombres no...
- ¿Los hombres no salen juntos?- preguntó curioso el comandante.
- Eso es...
- ¿Quién te ha dicho semejante tontería?
-...- Sanji agachó la cabeza abrumado y cerró los ojos repitiendo una frase que tenia grabada a fuego en su mente desde su adolescencia-...no es ninguna tontería...los hombres no salen con otros hombres, los hombres salen con mujeres y tienen como amantes a otros hombres.
- ¿Quieres decir que puedo ser tu amante pero no tu novio?- dijo divertido ante las ideas del rubio. Se ve que aun le quedaba mucho por saber de aquella cabecita loca.
- No...Quiero decir que un hombre puede ser amante de otro hombre pero no su novio...- la vista del rubio fue a un lado para no encontrar la del moreno cuando le dijera aquello-...yo no...no quiero atarme a nadie, así que no aceptaría ser tu amante tampoco...
- ¿Por qué no?- preguntó intrigado el moreno, podía sentir que aquellas palabras habían sido pronunciadas más de una vez y tal vez aquello fuera suficiente para hacer desistir a un amante casual pero el no se iba a rendir tan pronto, no iba a aceptar aquello. Encontraría la manera de traspasar ese muro que el rubio había instalado de improvisto entre ellos.
- Porque no quiero hacerte daño...- musitó con esfuerzo. Nunca había dado tantas explicaciones después de acostarse con alguien, pero es que Ace no era precisamente un desconocido.
- Eso esta bien- dijo animadamente el moreno y Sanji alzó la vista hasta encontrarse con aquellos profundos ojos negros cargados de seguridad en sí mismo-. Si no sintieras nada por mi, te daría igual- una sonrisa arrogante se dibujo en los finos labios-. Eso quiere decir que todavía tengo una oportunidad.
- ¿Es que no me estás oyendo?- preguntó irritado por esa suficiencia-. Puede que aquí aceptara tus juegos pero en cuanto pisemos tierra volvería a correr detrás de todas las señoritas de la isla...
- Y yo aceptaría correr ese riesgo si tu me dieras la oportunidad de demostrarte que soy todo cuanto necesitas...
- ¿Por qué no quieres entenderlo...?- sollozó cansado apoyando la frente contra el bien formado pecho del comandante.
- No puedo entenderlo si no me lo cuentas todo...- le susurró al oído abrazándolo con ternura mientras acariciaba la suave melena rubia-...se que hay algo que no me has contado, algo que te guardas y que te impide que te entregues con libertad...- el moreno lo separó de él tomando sus mejillas entre sus manos y secó con el pulgar una pequeña lágrima que había aparecido en el ojo del rubio-. Confía en mí, por favor...Dime quien te hizo tanto daño...
Sanji guardo silencio un largo minuto, perdido en aquel protector contacto. Lo que le pedía era una locura, nunca le había contado aquello a nadie. ¿Cómo podía él saber que le habían hecho daño con anterioridad?...Puede que solo estuviera probando suerte pero el joven comandante le transmitía tanta seguridad, era tan fácil hablar con el...y la propuesta era tan tentadora. Confiar completamente en alguien de nuevo...¿Podría?...Tal vez se sacara esa idea de salir con él si se lo contaba.
- Esta bien...- dijo finalmente tomando las manos del moreno y retirándolas de su rostro-...si es la única manera de que lo entiendas, te lo contare todo.
El rubio ando hasta la cama, recogió el cigarrillo del suelo y se sentó dándole un par de caladas cortas mientras ponía en orden sus ideas. Ace se sentó a su lado y agarró su mano atento como siempre a su conversación. El rubio rió sin humor. ¿Por qué tenia que ser tan jodidamente perfecto?
- Tenia 13 años cuando lo conocí y no sabía absolutamente nada sobre el amor o el sexo. Por aquel entonces solo me preocupaba que el Chef Zeff reconociera mi cocina y que el Baratie prosperara, pero no era fácil convivir con ex-piratas. Las peleas en la cocina eran una rutina y tener un restaurante en mitad del océano era casi una invitación a los abordajes de auténticos piratas. Así que siempre andábamos cortos de personal. La falta de camareros nos obligó a los propios cocineros a atender las mesas de vez en cuando y yo había dado el "estirón" hacia poco, mis piernas se habían alargado considerablemente y las patadas que ya daba me habían proporcionado cierto respeto entre mis compañeros,. Ya nadie se atrevía a llamarme mocoso o niño, a excepción del "Viejo", así que como era lo suficientemente mayor como para pelear, lo era también para atender a los clientes...- Esa había sido la parte fácil, Sanji se detuvo un instante para dar una larga calada y Ace pudo ver como el ojo fijo en la madera del suelo adquiría una tristeza infinita, haciéndole maldecirse mentalmente por su egoísta cabezonería. Si realmente lo quería tendría que haber aceptado su negativa en lugar de obligarle a recordar...pero si tan solo existía una posibilidad de ayudarle a superar ese terror al compromiso, tal vez valiera la pena que ambos sufrieran un poco. Apretó su mano cariñosamente y el rubio pareció volver del mundo al que se había marchado. Le sonrió con esfuerzo y suspirando continuo.- ...Se llamaba Kazutaka Nagase y poseía una de las rutas comerciales mas sólidas del East Blue. Era un hombre aparentemente intachable. Tenia el respeto de amigos y enemigos, una considerable fortuna, una adorable familia...- su voz tembló ligeramente ante la última palabra-...Venia todos los domingos al restaurante acompañado de su mujer e hija, y esperaban pacientemente sentados hasta que fuera yo quien los atendiera. Cuando en una ocasión, uno de los cocineros tuvo el descaro de preguntar por que yo, él respondió sencillamente que su hija se había encaprichado conmigo. La verdad es que eran una familia perfecta. Tenia una preciosa y joven esposa, de larga melena negra y piel como la porcelana exactamente igual a su adorable hija, que a sus 15 años ya hacia girar la cabeza de todos los clientes masculinos de la sala. Era lo mas hermoso que yo había visto nunca pero quien me iba a decir que seria incapaz de amarla. Quien me iba a decir que quedaría cautivado por una corta melena plateada y unos ojos grisáceos tan fríos y afilados como el mejor de mis cuchillos...- Ace no pudo evitar que la amorosa nostalgia con la que el rubio describió a aquel hombre encogiera su corazón. Sin duda, no había dejado de amarlo-. Al principio todo parecía bastante inocente. Yo los atendía cada domingo, agradecía las generosas propinas que me dejaban y aceptaba sus consejos sobre en que gastármela. Hasta que un día Kazutaka me abordó de camino a la cocina y me arrastro hasta el servicio de los hombres. No se por qué no lo detuve, sabía que podría tumbarlo fácilmente de una patada porque a pesar de que él superaba el metro noventa y era de constitución fuerte seguía siendo un simple cliente y yo ya había derrotado miles de veces a Patty y Carne juntos, pero aun así no hice nada. Dejé que me agarrara del brazo y me encerrara con él. Dejé que me alzara y tomara el primero de mis besos y tal vez fue eso lo que lo complicó todo. El que no me resistiera. Tal vez si lo hubiera golpeado, si hubiera gritado y luchado él habría intentado tomar algo más que un simple beso o habría salido huyendo para no regresar jamás, pero solo se quedo ahí parado, mirándome, acariciando mi rostro como si nunca hubiera visto un chico aceptar una caricia. Y la verdad es que yo no tenia ni idea de como debía reaccionar. Aquel hombre estaba casado, tenía una hija que según el mismo había dicho estaba enamorada de mi y me había besado. Aquello me pareció una locura...- Sanji se humedeció los labios distraídamente, pasándose el cigarrillo de un lado a otro con la lengua-. Me pidió una cita...- una triste sonrisa divertida se dibujó en los labios del rubio-...me dijo...que si quería salir con él y con su hija a un festival que se celebraría en la isla en la que vivían y yo acepte. Todo era muy confuso, pero acepte. Quería verlo fuera del restaurante, quería volver a probar el extraño sabor de sus besos. Sin embargo no paso nada en aquella cita. Kazutaka y Kasumi-chan parecían muy unidos, él no dejo de acariciarla en toda la tarde y una parte de mi se sintió celoso ante aquel contacto entre padre e hija, aunque no supe el por qué hasta bastante después.
Kasumi-chan se convirtió en mi primera y última novia oficial. Kazutaka y ella siempre venían juntos a recogerme en mi día libre, pero nuestra relación era de lo mas extraña. Ella estaba allí pero se mantenía distante, y si no fuera porque se aferraba desesperadamente a mi mano ni habría notado que estaba allí, pues Nagase-san centraba todas las conversaciones. Si de Zeff aprendí cuanto sé de cocina y defensa, Kazutaka me enseñó a comportarme ante las chicas y...ante los hombres. El cambio mi forma de vestir del uniforme de cocinero y las infantiles camisetas a los elegantes trajes, pulió como pudo mis belicosos modales (aunque no pudo hacer que dejara de soltar tacos, pasaba demasiado tiempo entre ex-piratas) y...bueno, me enseñó absolutamente todo lo que sé sobre el sexo...- la boca del cocinero se seco de improvisto. Hacia mucho que no pensaba en aquellos días, sabia que lo que pasó no fue normal pero se había prometido aprender de aquello y seguir adelante, aunque jamás pensó que llegaría a compartir esos recuerdos con alguien.
- Si no quieres contármelo, no tienes que hacerlo- le susurró cariñosamente el moreno apretando la mano que sostenía y Sanji lo miró largamente.
- No importa, ya he empezado así que...prefiero sacarlo todo y pasar pagina de una vez- contestó con la tranquilidad que aquel hombre le proporcionaba. Ace asintió y se mantuvo atento y Sanji volvió a tomar otra calada de su casi consumido cigarrillo antes de seguir-. A Kazutaka le gustaba mirar...y estuvo guiándome la primera vez que me acosté con su hija- al cocinero no se le escapó la mirada de sorpresa que el moreno intento disimular al oír aquello. Seguro que no se lo esperaba-. El se sentaba en un sillón cerca de la cama y se quedaba mirando en silencio. Al principio su mirada me cohibía pero...me acostumbre a su presencia, porque una vez que Kasumi-chan se quedaba dormida yo conseguía el premio que tanto anhelaba. Sus besos. Sus callados y escondidos besos- Sanji cerró los ojos recordando aquellos momentos en los que el peliplateado se inclinaba sobre él, el sabor a nicotina de sus besos, su sensual voz.- "Amar es compartir", me decía y para mi sus palabras eran ley. "El destino del hombre esta ligado al de la mujer. Aprende a cuidarlas, protégelas por encima de todo. Busca una buena esposa y forma una familia cuando seas un hombre respetado. Y deja el amor para tus amantes"...
- Sanji ese hombre era...- empezó a decir indignado el moreno.
-...un cabrón- acabó la frase el cocinero-. Lo sé...pero nunca me importó. Dijo que me amaba y para mi era suficiente. Y siguió siendo suficiente cuando Kasumi-chan tuvo que irse a estudiar fuera y tuve que empezar a acostarme con uno de sus socios- la escandalizada mirada del comandante hizo dudar al rubio de contar aquella parte pero ya no podía parar-. Nunca había sentido celos de Kasumi-chan a excepción de nuestra primera cita pero sentí el amargo sabor de ese sentimiento con aquel hombre, porque en varias ocasiones intento hacer participar a Nagase-san en el juego. Sabia que lo deseaba y tenia miedo de que finalmente lo consiguiera y yo pasara a ser un estorbo pero jamás dejó que lo tocara. Él me amaba a mi y por eso me compartía. Yo lo amaba a él y tenia que compartirlo con su esposa. Así era el juego...pero hubo alguien que no lo aceptó.
comentarios a la autora aki!
jueves, 5 de junio de 2008
miércoles, 4 de junio de 2008
Jugando con fuego 7
*no dejaré que lo de house me afecte*
Capitulo 7. Solos tú y yo.
Se estaba acercando la hora de cenar y Nami se dirigió a la cocina después de haber recorrido el resto del vacío barco sin encontrar al espadachín. Podía haber mandado a cualquier otro a avisar a Zoro pero las palabras de Robin la habían dejado intrigada y ella no era de las que se conformaran con dejar los puzzles a medias.
Como esperaba, el peliverde se encontraba dormitando en uno de los bancos, con las manos detrás de la nuca. Su pecho subía y bajaba rítmicamente lo que demostraba que dormía plácidamente, y la navegante se acercó a él con tranquilidad. Sabía perfectamente que mientras no representara un peligro real para el espadachín nada podría despertarlo así que simplemente se colocó junto a él y lo observó durante un rato. No podía comprender como alguien podía mantener el ceño fruncido aun durmiendo pero tenía que admitir que aquella expresión de tipo duro era de las cosas más atractivas del peliverde. Lástima que a ella no le fueran los muertos de hambre.
Estiró una mano hacia los pendientes del chico haciéndolos sonar agradablemente al chocar unos con otros y luego su vista se paseó por el fuerte pecho semi descubierto por la camisa desabotonada. Una sonrisa divertida apareció en la cara de la navegante. Una de dos: o Zoro no sabía abrochar botones o estaba especialmente orgulloso de aquella cicatriz. Un dedo tímido se paseó con curiosidad por encima de la herida sintiendo la áspera piel bajo su tacto pero al notarlo removerse incómodo lo retiró enseguida. Parecía que el sueño del joven se había vuelto inquieto. La pelirroja colocó un brazo sobre su hombro para despertarlo.
La mano de Sanji se colocó sobre la derecha de Ace frenando las despreocupadas caricias que empezaban a volverlo loco, mientras que su mente repetía una y otra vez que mantenerse en aquella habitación era una mala idea. Se conocía demasiado bien para saber lo que pasaría si seguían con aquello, y peor aun, se conocía demasiado bien para saber que ocurriría después de dejarse llevar. Nunca le había preocupado las consecuencias de sus acciones pero ahora estaba hablando de Ace, de un hombre que no solo era su comandante sino que se había convertido en un gran amigo, un hombre al que vería a diario y con el que compartía casi todo. Simplemente no debía.
- Yo...tengo que ir a hacer la cena...- su voz salió tan quedamente que Ace tuvo que inclinarse ligeramente para oírlo, haciendo que el broche de su sombrero rozara ligeramente la espalda del rubio.
- Aun es pronto...- respondió el moreno negándose a dejarlo escapar. Se había dado cuenta algo tarde de lo que su mano hacia y al sentir la mano del cocinero sobre la suya, supo que lo había puesto nervioso. Si quería decirle algo, aquel era el momento. No volvería a tener una oportunidad como aquella si le dejaba salir por la puerta-. Sanji yo...- su mano entrelazó los dedos entre los del cocinero sorprendiendo a este, se inclinó aún más sobre el oído mientras su izquierda bajaba en una caricia por el brazo del rubio estremeciéndolo-... Si tu me dejaras...yo podría...enseñarte un par de cosas...
No era la primera vez que tenia aquel sueño. Siempre que sentía que su objetivo se alejaba de su alcance, que la sombra de no poder cumplir su promesa se cernía sobre su corazón aparecía ella para recordarle lo débil que era, para picarlo y hacer que se levantara de nuevo. Kuina, con su permanente expresión de superioridad, manejando la Wadou como si fuera una parte de si misma siempre estaba allí para recordarle quien era y que tenía que hacer.
Las katanas emitían sus particulares sonidos metálicos al chocar, perturbando el silencio del solitario y oscuro prado. Los dos niños, enfrascados en su acostumbrado combate nocturno repetían una danza peligrosa que pocos adultos podían igualar pero que noche tras noche tenía el mismo final.
El pequeño peliverde fue derribado y desarmado. La Wadou de su amiga se clavó peligrosamente cerca de su cabeza en el suelo y la sonrisa de victoria apareció en el pálido rostro de Kuina en el mismo momento que los ojos de Zoro volvían a humedecerse al ser consciente de la nueva derrota.
- Eres débil, Zoro- y aquellas palabras volvían a repetirse con la misma cruel cadencia de siempre-. Madura - Aquella palabra nunca había sido parte del sueño. El pequeño Zoro abrió los ojos sorprendido aunque ya no era un niño, era el mismo el que estaba tumbado sobre la hierba y Kuina ya no estaba a pesar de poder oír su voz-. Solo los críos demuestran su cariño golpeando a las chicas que les gustan.
Una cálida brisa sopló entre los árboles, moviendo el verde pasto a su alrededor y formo un extraño remolino sobre sus ojos, un remolino que tomo forma rápidamente dejando a un etéreo Sanji cara a cara con él. Los brazos del cocinero se enredaron sobre su cuello, mientras que sus ojos se encontraban, una seductora sonrisa estaba esculpida en el pálido rostro que se inclinaba sobre sus labios, pero justo antes de rozarlos se desvió hacia su oído.
- Zoro...- la voz del cocinero sonaba lejana, muy lejana pero la manera en que había pronunciado su nombre era inconfundible. Sus brazos intentaron rodearlo pero el rubio desapareció tal cual había llegado.
Mala jugada. Si realmente quería salir de allí tendría que haberse levantado antes de oír aquella petición. Una sonrisa divertida apareció en sus labios. No era la primera vez que oía aquello, todos lo hombres que se le insinuaban creían que eran los primeros en descubrirle aquel mundo. Un click en su cabeza hizo a un lado su reticencia por estar ante un amigo y sin pudor ninguno se reclinó sobre el pecho del moreno girando la cabeza para mirarlo a los ojos de manera provocativa.
- ¿Que te hace pensar que tú puedes enseñarme algo a mi?- le dijo tan sensualmente que Ace pensó que se derretiría allí mismo. De nuevo Sanji volvía a desconcertarlo pero esta vez lo había dejado completamente fuera de juego. Toda su seguridad desapareció bajo aquella expresión de absoluto control de la situación.
-Yo...pensé que...- balbuceó notando de improvisto la boca seca.
- Pensaste bien - sentenció el cocinero desviando la mirada hacia los labios que el comandante había empezado a humedecer en busca de seguridad.
-Pero entonces...
- Nunca entendí a los vegetarianos- argumentó utilizando una metáfora de cocina como era habitual en su forma de hablar. Al ver la incomprensión del moreno extendió su mano tomando su sombrero y mandándolo lejos-. ¿Por qué renunciar a la carne cuando se pueden combinar ambas cosas?
Un beso hambriento golpeó los labios del comandante que tardo en reaccionar al pensar que le había dado uno de sus ataques narcolépticos y aquello era solo un sueño. Sanji no podía estar actuando de aquella manera tan sumamente arrebatadora. No con él.
La cálida y húmeda lengua del cocinero se paseó por los resecos labios de su comandante que no tardó demasiado en permitirle el acceso a su boca sumisamente notando pronto el sabor a nicotina de aquellos besos y siendo completamente consciente de la situación. Estaba pasando realmente, estaba despierto y Sanji lo estaba besando. Su mano derecha se aferró fuertemente al brazo del rubio mientras que su izquierda se deslizo entre los dedos del cocinero para subir en una caricia hasta su nuca y profundizar aún más el beso, haciéndolo más pasional, más ansioso.
El rubio se removió entre sus brazos para girarse sin romper el beso sintiendo el deseo recorrer su cuerpo de manera familiar y embriagante. Dejó todo su peso caer sobre el moreno para acabar sobre él en la cama mientras que sus manos exploraban la firme musculatura de sus brazos, ansioso por las nuevas sensaciones que aquel joven cuerpo podrían ofrecerle.
Ace se sorprendió ante la fogosidad del cocinero y se vio arrastrado por sus besos hasta que sintió el suave tacto de las sábanas en su espalda desnuda y las finas y delicadas manos del rubio recorriendo su piel. No había planeado llegar tan lejos y menos aún sin haberle dicho absolutamente nada de lo que sentía por él, pero la seguridad con la que el rubio se movía en aquella situación lo había abrumado brutalmente. Ace había tenido muchos amantes con experiencia, pero ni Hide, con su exasperante manía de controlarlo constantemente, había logrado doblegarlo y hacerle perder el control de la manera en que Sanji lo estaba haciendo.
Sus labios se separaron en busca del aire que habían agotado pero solo un segundo se separó el rubio de la piel de su comandante, deslizando su lengua por la superficie de su cuello, mordiendo delicadamente el carnoso lóbulo que se ofrecía cuando Ace inclinó la cabeza hacia atrás extasiado por la sensación de la lengua sobre su piel y de su peso sobre su cuerpo. La ilusión de un tintineo metálico cruzó de manera inexplicable la mente del rubio, que siguió bajando por el cuerpo del moreno hasta su pecho donde su lengua trazó una línea húmeda que pronto tomo una inclinación que lo hizo frenar en seco y cerrar los ojos agarrando la sábana bajo su mano con fuerza.
No podía seguir haciéndole el amor a Zoro en su mente con cada hombre con el que se acostara, simplemente no era bueno para el mismo. Puede que mientras viajaba en el Merry le sirviera para controlar el deseo de abalanzarse sobre él en el dormitorio que compartían pero allí ya no tenía sentido. Zoro estaba a miles de millas, completa y absolutamente fuera de su alcance, más que nunca en su vida y ya de manera permanente. ¿Qué demonios ganaba su mente reteniéndolo en su memoria? ¿Por qué lo seguía torturando haciéndole recordar su olor, su sonido, su tacto?. No era justo para él y sobre todo no era justo para Ace.
- Sanji-kun...- su nombre susurrado entre la agitada respiración lo sacó de aquellos pensamientos y él alzó la vista para encontrar los preocupados ojos de su comandante fijos en el-. ¿Te encuentras bien?...Si no quieres...
No lo dejo acabar la frase, subió hasta su boca atrapándola en un salvaje beso mientras que se sentaba sobre él, notando la dureza de su miembro por debajo de los pantalones, sus brazos rodearon el cuello del moreno abrazándose desesperadamente a el.
- Te deseo...- le jadeo al oído de manera ronca cuando el comandante respondió al abrazo de manera protectora-...Ahora...ya...- su lengua se paseo por el sensible oído mientras notaba el cuerpo bajo él tensarse tras cada palabra-...Haz que todo en esta habitación desaparezca...hasta que solo quedemos tu y yo.
Ace sabía que había algo mal en aquella petición, algo oculto contra lo que el rubio luchaba, que lo había hecho detenerse. Se moría por saber que era, quería saberlo todo de él, desnudar no solo su cuerpo sino también su corazón y su alma, pero la orden había sido clara y él realmente quería que en aquella habitación solo quedaran ellos dos. Le demostraría que podía confiar en él, que él le daría cuanto pidiera.
El comandante rodó colocándose sobre el rubio y lo besó largamente, recorriendo su boca con devoción de manera profunda y lenta, mientras sus manos repartían dulces caricias por la piel expuesta del cocinero, colándose bajo la arrugada camisa, dibujando las delgadas formas del hombre al que amaba y que por fin tenía entre sus brazos.
Sus labios se deslizaron por la barbilla sintiendo un cosquilleo al rozar la incipiente perilla del rubio y siguió bajando por el cuello hasta los hombros donde se entretuvo largamente haciendo incapie en los puntos más sensibles hasta lograr sacar algún gemido entre los callados jadeos de su amante antes de seguir descendiendo por la pálida piel hasta los rosados pezones.
Las manos del cocinero se hundieron en su melena negra cuando Ace se repartió el trabajo entre su lengua y su mano, jugueteando con el pequeño boton entre dos de sus dedos mientras lamía y succionaba su compañero con delicadeza. La pierna del cocinero se libró de su zapato apretando contra la cama y comenzó a subir su pie en una caricia por la pantorrilla descubierta del comandante a la vez que movía sus caderas para obtener un poco más de presión sobre su miembro. Algo le había dicho que Ace seria un amante atento, lo que para una chica era algo maravilloso, pero él no tenia aguante para aquella tortura, puede que si para darla pero nunca para recibirla.
El comandante captó la impaciencia de su compañero y volvió a los labios para besarlo profundamente mientras sus manos bajaron hasta la cintura del cocinero gesto que el rubio imitó quedando pronto ambos completamente desnudos.
El contraste de sus cuerpos los hizo estremecerse cuando ambas pieles entraron en contacto completamente por primera vez. La fría piel del cocinero se activó completamente bajo la del comandante, algo más cálida de lo normal y los finos dedos del rubio bajaron con descaro por toda la espalda hasta agarrar con firmeza el bien formado trasero del comandante para hacer más estrecho el contacto, mientras sus hambrientas bocas seguían devorándose como si quisieran alcanzar sus almas.
- ¿Cómo...- jadeó el moreno al oído del rubio-...cómo lo hacemos...?
Generalmente Ace no solía preguntar aquello, asumía que sus amantes eran los que recibían pero en aquella ocasión estaba dispuesto a lo que fuera con tal de complacer a su rubio.
- tu...dentro...mmmh- gimió el cocinero ante una nueva presión de sus caderas y tras un sediento nuevo beso, el comandante se deslizo hacia abajo, dibujando un rápido camino de besos que lo llevaron hasta la endurecida entrepierna de su compañero que separó un poco más las piernas para acomodarlo entre ellas.
El primer contacto de la ardiente lengua de moreno con su virilidad lo hizo arquearse y levantar inconscientemente las caderas en busca de un ritmo que el comandante no tardó en imprimir en cuanto hubo humedecido un par de dedos. La cálida boca cubrió completamente el cargado miembro mientras que su mano busco con cuidado la entrada e introdujo lentamente uno de sus dedos, que empezó a mover con la misma cadencia con la que subía y bajaba su boca por toda la longitud. Pronto la resistencia que encontraba fue salvada e introdujo un nuevo dedo notando la pequeña tensión que recorrió al cocinero, el cual había ahogado casi completamente el quejido incómodo ante la penetración.
Con suaves y estudiados movimientos el moreno espero paciente hasta estar seguro de que sería recibido con el menor dolor posible y retiró los dedos de la entrada del cocinero para sustituirlo por su excitado miembro el cual colocó con cuidado en el húmedo trasero mientras se estiraba sobre su amante con el fin de poder ver su expresión. Su mano atrapó la del rubio cuando empujó despacio en su interior, su mirada clavada en el único ojo visible de su compañero, cuyas mejillas sonrojadas y los labios entreabiertos dejando escapar aquella música celestial formada por la respiración agitada y los ahogados gemidos, eran suficiente recompensa a sus esfuerzos.
Sanji sintió la deliciosa invasión sosteniendo la cálida mirada de Ace, pero no pudo evitar entrecerrar los ojos cuando esta alcanzó una profundidad ligeramente dolorosa. El moreno se inclinó sobre su cuello lamiéndolo sensualmente desviando su atención parcialmente hacia aquella caricia y apenas notó el pinchazo cuando acabó de entrar completamente. Sus piernas se entrelazaron a las caderas del comandante haciendo que su peso recayera completamente sobre su duro miembro y que este fuera estimulado por el roce de sus vientres cuando Ace comenzó a moverse con suaves batidas dentro del cocinero. Sanji nunca había tenido un amante que se tomara tantas molestias con él y en cierta manera se asusto ligeramente. Aunque no quisiera verlo, en su interior sabia que Ace no le estaba haciendo el amor por diversión.
Su espalda se arqueó cuando el ritmo empezó a aumentar, buscando mas fricción para su propio placer y sus brazos se entrelazaron al cuello del comandante captando contra su oído los roncos jadeos del moreno, que se movía incansable contra él, entrando y saliendo en movimientos cada vez mas rápidos y cortos.
- Sanji...ah- jadeó el moreno en su oído-...Sanji mh...no...no puedo...más...
El rubio tardó un poco en contestar. El también estaba a punto pero le costaba acabar, le faltaba algo.
- solo...- gimió el rubio-....solo un poco más...
Los movimientos de Ace eran frenéticos, el roce insoportablemente placentero, pero aun así el rubio no lograba acabar. Cerro los ojos con fuerza cuando sintió que en la siguiente entrada su amante empezaba a derramarse en su interior y muy a su pesar invocó la imagen del espadachín entrenando en cubierta. La fuerte espalda empapada en sudor, los brazos tensos al subir y bajar su propio peso.
-"Zoro..."- un relampagueó de placer recorrió todo su cuerpo cuando se fue sobre el vientre de ambos haciéndole tirar de su cabeza hacia atrás al arrancar un largo gemido de éxtasis de sus labios.
El espadachín se levanto de golpe y se llevó una mano a las ojos cuando fue consciente de que solo había sido un sueño.
- ¿Qué demonios haces aquí?- le dijo secamente a Nami sin mirarla siquiera cuando la sintió cerca.
- ¡Qué clase de saludo es ese!- le gritó la pelirroja levantándose del suelo y golpeándolo en la cabeza. La había asustado cuando se había levantado tan de repente.
- Auch, ¿Por qué me pegas? - se quejó el peliverde llevándose la mano al chichón que la chica le había hecho mientras se sentaba derecho en el asiento.
- Porque me da la gana- le respondió en su línea la navegante y luego decidió seguir con lo que había venido a comprobar. No por nada había elegido una de sus camisas más escotadas. Se inclinó apoyándose sobre sus rodillas para quedar a la altura del guerrero que seguía sentado, con su voz mas sensual añadió-. ¿Así agradeces que venga a avisarte de que es la hora de la cena?
- Podías haber mandado a cualquier otro- le respondió el peliverde sin siquiera asomarse ligeramente al balcón que tenia ante sus ojos.
- Es verdad...- continuó melosa, le molestó bastante que no le mirara los pechos-...pero me tienes preocupada...- la chica estiró una mano hasta el rostro del espadachín acariciándolo-...y quería saber si podía hacer algo por ti.
- Estoy bien - le contestó irritado el chico dándole un manotazo en la mano para que dejara de tocarlo, y fue a levantarse cuando la navegante le puso las manos en los hombros para obligarlo a sentarse de nuevo y sentándose sobre él pegó sus labios a los de Zoro.
- ¿Qué te pasa?- le dijo divertida ante la cara de espanto que puso el espadachín- ¿No te gustan las mujeres?
- ...- las mejillas del peliverde ardían de rabia por lo que el consideraba un descarado ataque a su intimidad y sacando toda su bilis dibujó una diabólica sonrisa antes de responder-...No creo que tenga suficiente para pagar tu honorarios.
El bofetón que Nami le tiró a la cara lo saco del banco y la pelirroja se marchó todo ofuscada de la habitación no sin antes gritarle.
-¡Eres un cabronazo!
El espadachín se frotó el rostro con una mano suspirando pesadamente. Podía haberle dicho perfectamente un "no, no me gustan", pero el estúpido teatro que la pelirroja había montado solo para sacarle una información que podía haber obtenido solo con preguntarle lo había irritado sobremanera. ¿Qué les pasaba a las mujeres de aquel barco? ¿No tenían nada mejor en que ocupar su tiempo que en joderle la vida?.
-Toda la culpa la tiene ese estúpido cocinero- se dijo levantándose y saliendo de la cocina-. Las tenia mimadas y ahora se aburren y necesitan otro mono de feria al que utilizar.
comentarios a la autora aki!
Capitulo 7. Solos tú y yo.
Se estaba acercando la hora de cenar y Nami se dirigió a la cocina después de haber recorrido el resto del vacío barco sin encontrar al espadachín. Podía haber mandado a cualquier otro a avisar a Zoro pero las palabras de Robin la habían dejado intrigada y ella no era de las que se conformaran con dejar los puzzles a medias.
Como esperaba, el peliverde se encontraba dormitando en uno de los bancos, con las manos detrás de la nuca. Su pecho subía y bajaba rítmicamente lo que demostraba que dormía plácidamente, y la navegante se acercó a él con tranquilidad. Sabía perfectamente que mientras no representara un peligro real para el espadachín nada podría despertarlo así que simplemente se colocó junto a él y lo observó durante un rato. No podía comprender como alguien podía mantener el ceño fruncido aun durmiendo pero tenía que admitir que aquella expresión de tipo duro era de las cosas más atractivas del peliverde. Lástima que a ella no le fueran los muertos de hambre.
Estiró una mano hacia los pendientes del chico haciéndolos sonar agradablemente al chocar unos con otros y luego su vista se paseó por el fuerte pecho semi descubierto por la camisa desabotonada. Una sonrisa divertida apareció en la cara de la navegante. Una de dos: o Zoro no sabía abrochar botones o estaba especialmente orgulloso de aquella cicatriz. Un dedo tímido se paseó con curiosidad por encima de la herida sintiendo la áspera piel bajo su tacto pero al notarlo removerse incómodo lo retiró enseguida. Parecía que el sueño del joven se había vuelto inquieto. La pelirroja colocó un brazo sobre su hombro para despertarlo.
La mano de Sanji se colocó sobre la derecha de Ace frenando las despreocupadas caricias que empezaban a volverlo loco, mientras que su mente repetía una y otra vez que mantenerse en aquella habitación era una mala idea. Se conocía demasiado bien para saber lo que pasaría si seguían con aquello, y peor aun, se conocía demasiado bien para saber que ocurriría después de dejarse llevar. Nunca le había preocupado las consecuencias de sus acciones pero ahora estaba hablando de Ace, de un hombre que no solo era su comandante sino que se había convertido en un gran amigo, un hombre al que vería a diario y con el que compartía casi todo. Simplemente no debía.
- Yo...tengo que ir a hacer la cena...- su voz salió tan quedamente que Ace tuvo que inclinarse ligeramente para oírlo, haciendo que el broche de su sombrero rozara ligeramente la espalda del rubio.
- Aun es pronto...- respondió el moreno negándose a dejarlo escapar. Se había dado cuenta algo tarde de lo que su mano hacia y al sentir la mano del cocinero sobre la suya, supo que lo había puesto nervioso. Si quería decirle algo, aquel era el momento. No volvería a tener una oportunidad como aquella si le dejaba salir por la puerta-. Sanji yo...- su mano entrelazó los dedos entre los del cocinero sorprendiendo a este, se inclinó aún más sobre el oído mientras su izquierda bajaba en una caricia por el brazo del rubio estremeciéndolo-... Si tu me dejaras...yo podría...enseñarte un par de cosas...
No era la primera vez que tenia aquel sueño. Siempre que sentía que su objetivo se alejaba de su alcance, que la sombra de no poder cumplir su promesa se cernía sobre su corazón aparecía ella para recordarle lo débil que era, para picarlo y hacer que se levantara de nuevo. Kuina, con su permanente expresión de superioridad, manejando la Wadou como si fuera una parte de si misma siempre estaba allí para recordarle quien era y que tenía que hacer.
Las katanas emitían sus particulares sonidos metálicos al chocar, perturbando el silencio del solitario y oscuro prado. Los dos niños, enfrascados en su acostumbrado combate nocturno repetían una danza peligrosa que pocos adultos podían igualar pero que noche tras noche tenía el mismo final.
El pequeño peliverde fue derribado y desarmado. La Wadou de su amiga se clavó peligrosamente cerca de su cabeza en el suelo y la sonrisa de victoria apareció en el pálido rostro de Kuina en el mismo momento que los ojos de Zoro volvían a humedecerse al ser consciente de la nueva derrota.
- Eres débil, Zoro- y aquellas palabras volvían a repetirse con la misma cruel cadencia de siempre-. Madura - Aquella palabra nunca había sido parte del sueño. El pequeño Zoro abrió los ojos sorprendido aunque ya no era un niño, era el mismo el que estaba tumbado sobre la hierba y Kuina ya no estaba a pesar de poder oír su voz-. Solo los críos demuestran su cariño golpeando a las chicas que les gustan.
Una cálida brisa sopló entre los árboles, moviendo el verde pasto a su alrededor y formo un extraño remolino sobre sus ojos, un remolino que tomo forma rápidamente dejando a un etéreo Sanji cara a cara con él. Los brazos del cocinero se enredaron sobre su cuello, mientras que sus ojos se encontraban, una seductora sonrisa estaba esculpida en el pálido rostro que se inclinaba sobre sus labios, pero justo antes de rozarlos se desvió hacia su oído.
- Zoro...- la voz del cocinero sonaba lejana, muy lejana pero la manera en que había pronunciado su nombre era inconfundible. Sus brazos intentaron rodearlo pero el rubio desapareció tal cual había llegado.
Mala jugada. Si realmente quería salir de allí tendría que haberse levantado antes de oír aquella petición. Una sonrisa divertida apareció en sus labios. No era la primera vez que oía aquello, todos lo hombres que se le insinuaban creían que eran los primeros en descubrirle aquel mundo. Un click en su cabeza hizo a un lado su reticencia por estar ante un amigo y sin pudor ninguno se reclinó sobre el pecho del moreno girando la cabeza para mirarlo a los ojos de manera provocativa.
- ¿Que te hace pensar que tú puedes enseñarme algo a mi?- le dijo tan sensualmente que Ace pensó que se derretiría allí mismo. De nuevo Sanji volvía a desconcertarlo pero esta vez lo había dejado completamente fuera de juego. Toda su seguridad desapareció bajo aquella expresión de absoluto control de la situación.
-Yo...pensé que...- balbuceó notando de improvisto la boca seca.
- Pensaste bien - sentenció el cocinero desviando la mirada hacia los labios que el comandante había empezado a humedecer en busca de seguridad.
-Pero entonces...
- Nunca entendí a los vegetarianos- argumentó utilizando una metáfora de cocina como era habitual en su forma de hablar. Al ver la incomprensión del moreno extendió su mano tomando su sombrero y mandándolo lejos-. ¿Por qué renunciar a la carne cuando se pueden combinar ambas cosas?
Un beso hambriento golpeó los labios del comandante que tardo en reaccionar al pensar que le había dado uno de sus ataques narcolépticos y aquello era solo un sueño. Sanji no podía estar actuando de aquella manera tan sumamente arrebatadora. No con él.
La cálida y húmeda lengua del cocinero se paseó por los resecos labios de su comandante que no tardó demasiado en permitirle el acceso a su boca sumisamente notando pronto el sabor a nicotina de aquellos besos y siendo completamente consciente de la situación. Estaba pasando realmente, estaba despierto y Sanji lo estaba besando. Su mano derecha se aferró fuertemente al brazo del rubio mientras que su izquierda se deslizo entre los dedos del cocinero para subir en una caricia hasta su nuca y profundizar aún más el beso, haciéndolo más pasional, más ansioso.
El rubio se removió entre sus brazos para girarse sin romper el beso sintiendo el deseo recorrer su cuerpo de manera familiar y embriagante. Dejó todo su peso caer sobre el moreno para acabar sobre él en la cama mientras que sus manos exploraban la firme musculatura de sus brazos, ansioso por las nuevas sensaciones que aquel joven cuerpo podrían ofrecerle.
Ace se sorprendió ante la fogosidad del cocinero y se vio arrastrado por sus besos hasta que sintió el suave tacto de las sábanas en su espalda desnuda y las finas y delicadas manos del rubio recorriendo su piel. No había planeado llegar tan lejos y menos aún sin haberle dicho absolutamente nada de lo que sentía por él, pero la seguridad con la que el rubio se movía en aquella situación lo había abrumado brutalmente. Ace había tenido muchos amantes con experiencia, pero ni Hide, con su exasperante manía de controlarlo constantemente, había logrado doblegarlo y hacerle perder el control de la manera en que Sanji lo estaba haciendo.
Sus labios se separaron en busca del aire que habían agotado pero solo un segundo se separó el rubio de la piel de su comandante, deslizando su lengua por la superficie de su cuello, mordiendo delicadamente el carnoso lóbulo que se ofrecía cuando Ace inclinó la cabeza hacia atrás extasiado por la sensación de la lengua sobre su piel y de su peso sobre su cuerpo. La ilusión de un tintineo metálico cruzó de manera inexplicable la mente del rubio, que siguió bajando por el cuerpo del moreno hasta su pecho donde su lengua trazó una línea húmeda que pronto tomo una inclinación que lo hizo frenar en seco y cerrar los ojos agarrando la sábana bajo su mano con fuerza.
No podía seguir haciéndole el amor a Zoro en su mente con cada hombre con el que se acostara, simplemente no era bueno para el mismo. Puede que mientras viajaba en el Merry le sirviera para controlar el deseo de abalanzarse sobre él en el dormitorio que compartían pero allí ya no tenía sentido. Zoro estaba a miles de millas, completa y absolutamente fuera de su alcance, más que nunca en su vida y ya de manera permanente. ¿Qué demonios ganaba su mente reteniéndolo en su memoria? ¿Por qué lo seguía torturando haciéndole recordar su olor, su sonido, su tacto?. No era justo para él y sobre todo no era justo para Ace.
- Sanji-kun...- su nombre susurrado entre la agitada respiración lo sacó de aquellos pensamientos y él alzó la vista para encontrar los preocupados ojos de su comandante fijos en el-. ¿Te encuentras bien?...Si no quieres...
No lo dejo acabar la frase, subió hasta su boca atrapándola en un salvaje beso mientras que se sentaba sobre él, notando la dureza de su miembro por debajo de los pantalones, sus brazos rodearon el cuello del moreno abrazándose desesperadamente a el.
- Te deseo...- le jadeo al oído de manera ronca cuando el comandante respondió al abrazo de manera protectora-...Ahora...ya...- su lengua se paseo por el sensible oído mientras notaba el cuerpo bajo él tensarse tras cada palabra-...Haz que todo en esta habitación desaparezca...hasta que solo quedemos tu y yo.
Ace sabía que había algo mal en aquella petición, algo oculto contra lo que el rubio luchaba, que lo había hecho detenerse. Se moría por saber que era, quería saberlo todo de él, desnudar no solo su cuerpo sino también su corazón y su alma, pero la orden había sido clara y él realmente quería que en aquella habitación solo quedaran ellos dos. Le demostraría que podía confiar en él, que él le daría cuanto pidiera.
El comandante rodó colocándose sobre el rubio y lo besó largamente, recorriendo su boca con devoción de manera profunda y lenta, mientras sus manos repartían dulces caricias por la piel expuesta del cocinero, colándose bajo la arrugada camisa, dibujando las delgadas formas del hombre al que amaba y que por fin tenía entre sus brazos.
Sus labios se deslizaron por la barbilla sintiendo un cosquilleo al rozar la incipiente perilla del rubio y siguió bajando por el cuello hasta los hombros donde se entretuvo largamente haciendo incapie en los puntos más sensibles hasta lograr sacar algún gemido entre los callados jadeos de su amante antes de seguir descendiendo por la pálida piel hasta los rosados pezones.
Las manos del cocinero se hundieron en su melena negra cuando Ace se repartió el trabajo entre su lengua y su mano, jugueteando con el pequeño boton entre dos de sus dedos mientras lamía y succionaba su compañero con delicadeza. La pierna del cocinero se libró de su zapato apretando contra la cama y comenzó a subir su pie en una caricia por la pantorrilla descubierta del comandante a la vez que movía sus caderas para obtener un poco más de presión sobre su miembro. Algo le había dicho que Ace seria un amante atento, lo que para una chica era algo maravilloso, pero él no tenia aguante para aquella tortura, puede que si para darla pero nunca para recibirla.
El comandante captó la impaciencia de su compañero y volvió a los labios para besarlo profundamente mientras sus manos bajaron hasta la cintura del cocinero gesto que el rubio imitó quedando pronto ambos completamente desnudos.
El contraste de sus cuerpos los hizo estremecerse cuando ambas pieles entraron en contacto completamente por primera vez. La fría piel del cocinero se activó completamente bajo la del comandante, algo más cálida de lo normal y los finos dedos del rubio bajaron con descaro por toda la espalda hasta agarrar con firmeza el bien formado trasero del comandante para hacer más estrecho el contacto, mientras sus hambrientas bocas seguían devorándose como si quisieran alcanzar sus almas.
- ¿Cómo...- jadeó el moreno al oído del rubio-...cómo lo hacemos...?
Generalmente Ace no solía preguntar aquello, asumía que sus amantes eran los que recibían pero en aquella ocasión estaba dispuesto a lo que fuera con tal de complacer a su rubio.
- tu...dentro...mmmh- gimió el cocinero ante una nueva presión de sus caderas y tras un sediento nuevo beso, el comandante se deslizo hacia abajo, dibujando un rápido camino de besos que lo llevaron hasta la endurecida entrepierna de su compañero que separó un poco más las piernas para acomodarlo entre ellas.
El primer contacto de la ardiente lengua de moreno con su virilidad lo hizo arquearse y levantar inconscientemente las caderas en busca de un ritmo que el comandante no tardó en imprimir en cuanto hubo humedecido un par de dedos. La cálida boca cubrió completamente el cargado miembro mientras que su mano busco con cuidado la entrada e introdujo lentamente uno de sus dedos, que empezó a mover con la misma cadencia con la que subía y bajaba su boca por toda la longitud. Pronto la resistencia que encontraba fue salvada e introdujo un nuevo dedo notando la pequeña tensión que recorrió al cocinero, el cual había ahogado casi completamente el quejido incómodo ante la penetración.
Con suaves y estudiados movimientos el moreno espero paciente hasta estar seguro de que sería recibido con el menor dolor posible y retiró los dedos de la entrada del cocinero para sustituirlo por su excitado miembro el cual colocó con cuidado en el húmedo trasero mientras se estiraba sobre su amante con el fin de poder ver su expresión. Su mano atrapó la del rubio cuando empujó despacio en su interior, su mirada clavada en el único ojo visible de su compañero, cuyas mejillas sonrojadas y los labios entreabiertos dejando escapar aquella música celestial formada por la respiración agitada y los ahogados gemidos, eran suficiente recompensa a sus esfuerzos.
Sanji sintió la deliciosa invasión sosteniendo la cálida mirada de Ace, pero no pudo evitar entrecerrar los ojos cuando esta alcanzó una profundidad ligeramente dolorosa. El moreno se inclinó sobre su cuello lamiéndolo sensualmente desviando su atención parcialmente hacia aquella caricia y apenas notó el pinchazo cuando acabó de entrar completamente. Sus piernas se entrelazaron a las caderas del comandante haciendo que su peso recayera completamente sobre su duro miembro y que este fuera estimulado por el roce de sus vientres cuando Ace comenzó a moverse con suaves batidas dentro del cocinero. Sanji nunca había tenido un amante que se tomara tantas molestias con él y en cierta manera se asusto ligeramente. Aunque no quisiera verlo, en su interior sabia que Ace no le estaba haciendo el amor por diversión.
Su espalda se arqueó cuando el ritmo empezó a aumentar, buscando mas fricción para su propio placer y sus brazos se entrelazaron al cuello del comandante captando contra su oído los roncos jadeos del moreno, que se movía incansable contra él, entrando y saliendo en movimientos cada vez mas rápidos y cortos.
- Sanji...ah- jadeó el moreno en su oído-...Sanji mh...no...no puedo...más...
El rubio tardó un poco en contestar. El también estaba a punto pero le costaba acabar, le faltaba algo.
- solo...- gimió el rubio-....solo un poco más...
Los movimientos de Ace eran frenéticos, el roce insoportablemente placentero, pero aun así el rubio no lograba acabar. Cerro los ojos con fuerza cuando sintió que en la siguiente entrada su amante empezaba a derramarse en su interior y muy a su pesar invocó la imagen del espadachín entrenando en cubierta. La fuerte espalda empapada en sudor, los brazos tensos al subir y bajar su propio peso.
-"Zoro..."- un relampagueó de placer recorrió todo su cuerpo cuando se fue sobre el vientre de ambos haciéndole tirar de su cabeza hacia atrás al arrancar un largo gemido de éxtasis de sus labios.
El espadachín se levanto de golpe y se llevó una mano a las ojos cuando fue consciente de que solo había sido un sueño.
- ¿Qué demonios haces aquí?- le dijo secamente a Nami sin mirarla siquiera cuando la sintió cerca.
- ¡Qué clase de saludo es ese!- le gritó la pelirroja levantándose del suelo y golpeándolo en la cabeza. La había asustado cuando se había levantado tan de repente.
- Auch, ¿Por qué me pegas? - se quejó el peliverde llevándose la mano al chichón que la chica le había hecho mientras se sentaba derecho en el asiento.
- Porque me da la gana- le respondió en su línea la navegante y luego decidió seguir con lo que había venido a comprobar. No por nada había elegido una de sus camisas más escotadas. Se inclinó apoyándose sobre sus rodillas para quedar a la altura del guerrero que seguía sentado, con su voz mas sensual añadió-. ¿Así agradeces que venga a avisarte de que es la hora de la cena?
- Podías haber mandado a cualquier otro- le respondió el peliverde sin siquiera asomarse ligeramente al balcón que tenia ante sus ojos.
- Es verdad...- continuó melosa, le molestó bastante que no le mirara los pechos-...pero me tienes preocupada...- la chica estiró una mano hasta el rostro del espadachín acariciándolo-...y quería saber si podía hacer algo por ti.
- Estoy bien - le contestó irritado el chico dándole un manotazo en la mano para que dejara de tocarlo, y fue a levantarse cuando la navegante le puso las manos en los hombros para obligarlo a sentarse de nuevo y sentándose sobre él pegó sus labios a los de Zoro.
- ¿Qué te pasa?- le dijo divertida ante la cara de espanto que puso el espadachín- ¿No te gustan las mujeres?
- ...- las mejillas del peliverde ardían de rabia por lo que el consideraba un descarado ataque a su intimidad y sacando toda su bilis dibujó una diabólica sonrisa antes de responder-...No creo que tenga suficiente para pagar tu honorarios.
El bofetón que Nami le tiró a la cara lo saco del banco y la pelirroja se marchó todo ofuscada de la habitación no sin antes gritarle.
-¡Eres un cabronazo!
El espadachín se frotó el rostro con una mano suspirando pesadamente. Podía haberle dicho perfectamente un "no, no me gustan", pero el estúpido teatro que la pelirroja había montado solo para sacarle una información que podía haber obtenido solo con preguntarle lo había irritado sobremanera. ¿Qué les pasaba a las mujeres de aquel barco? ¿No tenían nada mejor en que ocupar su tiempo que en joderle la vida?.
-Toda la culpa la tiene ese estúpido cocinero- se dijo levantándose y saliendo de la cocina-. Las tenia mimadas y ahora se aburren y necesitan otro mono de feria al que utilizar.
comentarios a la autora aki!
martes, 3 de junio de 2008
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